«De boca en boca verás ensalzada tu grandeza,
recordadas tus batallas, repetidas tus proezas,
pues fuiste, eres y serás la más temible guerrera,
enseña del norte astur para siempre, Sancha Asuera».
Corre el año 745. El reino visigodo se lame las heridas. Toledo ha caído, don Pelayo ha muerto, y Spania ahora está en manos del califato de Damasco. Las órdenes llegan desde Córdoba. Pero el norte de la península se mantiene, como siempre, levantisco… Allí no se ha perdido la fe en los poderes ancestrales, en lucha continua con una Iglesia en expansión; y no hay terreno más sagrado que el valle de Orandi, cuyo gran roble ve los siglos pasar.
Nadie se atreve a negar la última voluntad de Sancha Asuera, la guerrera astur que ya ha dado nombre a ese cantar que se recita al calor de las hogueras. Y con ella van sus capitanas, la reina Emersinda, y también la que trova esta historia, su hermana Aurelia.
Porque ésta es la historia de un norte convulso, unas tierras en las que, entre el miedo y la hambruna, se alza de repente la sombra de Pelayo, marcado por la cruz en su destino de ser rey. Y también, y sobre todo, la hazaña de unas mujeres, encabezadas por Sancha, que lograron no sólo combatir por sí mismas al enemigo, sino reconquistar Cangas para la cristiandad y comenzar la creación de un nuevo reino.
De los mercados de aldea y los harenes musulmanes, hasta llegar a la batalla de Cova Longa, ésta es la historia de Sancha Asuera, la Valentona, y sus guerreras. Éste es El cantar del Norte.
Pilar Sánchez Vicente nos transporta a una época embargada de historia y leyenda a la par. Inspirada en la tradición oral y documentación poco conocida, nos sumerge, con pluma firme, vertiginosa y absorbente, en unos personajes difíciles de olvidar y una época que supondrá el giro de nuestra Historia…
Covadonga: el nacimiento de un nuevo reino
Las aguas del río Mestas vienen desde el alto valle de Orandi, donde se sumergen dentro de una cueva hasta llegar a Covadonga y brotan en la cueva de la Virgen, formando una cascada que se conoce con el nombre de El Chorrón. Lugar de culto y leyendas ligado a los ritos de fertilidad, las fuerzas de la naturaleza y el agua, el paraje aún conserva sus fuerzas ancestrales.
Allí, en el año 722, un puñado de guerreros cristianos derrotó al ejército musulmán. Apenas nadie duda de la existencia histórica del caudillo que los guio, don Pelayo, pero sus orígenes, vida y logros militares perviven aún entre lo real y lo imaginario. Y de ahí devino la leyenda…
Pertenece Pelayo a ese linaje de héroes que en diferentes literaturas y culturas están asociados a relatos fundacionales de pueblos, a victorias épicas y decisivas sobre enemigos terribles y a hechos trascendentales que han cambiado la historia. Es considerado por muchos el primer rey cristiano, pues, tras la invasión árabe del 711, fue él quien se enfrentó a ellos y cambió el curso de los acontecimientos al vencer a los ejércitos enemigos en los estrechos desfiladeros del valle de Cangas de Onís, cerrados por la montaña de Covadonga. Por eso su nombre se asocia, aun hoy en día, al inicio de lo que durante siglos hemos conocido como Reconquista.
Pero, tal vez, no luchó sólo con un pequeño grupo de guerreros. También nos cuentan las crónicas que tuvo algunas mujeres guerreras a su lado…
En unas tierras hostiles, pero a la vez llenas de vida, pasión y siempre levantiscas, ¿hubo tal vez un grupo de mujeres dispuestas a enfrentarse al enemigo para salvar sus casas, a sus gentes y a sí mismas?
Memorias de Asturias, Luis de Valdés 1622 (ms. BNE núm. 11457):
Desde Covadonga fue Pelayo a Cangas de Onís, la cual estaba de moros. Algún autor dice que las mujeres de los nuestros, que marchaban aparte de los hombres, con ardiz; puede ser porque a las tales mujeres dieron el espolio de los moros vencidos. Pidieron sueldo después de la primera victoria, y no se lo quiso dar el rey porque algunas no venían en ello. Ellas, por merecerle y ganar fama, se adelantaron a la ciudad de Onís veladas de moros y fingieron que lo eran y que iban de socorro. Llevaban por intérprete a una mora convertida que habla arábigo. Abrieron los moros las puertas de la ciudad y entraron matando como leonas y como bravas asturianas, con su capitana doña Sancha Asuera. Tomaron la ciudad cuando dio el ejército del rey sobre la muralla. Salió doña Sancha Asuera con las llaves en una fuente y se las presentó al rey con gran espanto y admiración de todo el ejército.
Como la figura de Pelayo, sus capitanas, sus guerreras se mueven entre la leyenda y la realidad; pero esa tradición oral que ha llegado hasta nosotros, siempre, en algún punto, parte de una verdad.
Porque, en definitiva, no hay mayor relato de ficción que la propia historia.