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Entrevista a José Soto Chica: «Veo a través de mis personajes y veo el mundo que imagino a través de las fuentes históricas»

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Estimados amigos, hoy os traemos la extensa entrevista que nos ha concedido José Soto Chica, con motivo del IV Premio Edhasa de Narrativas Históricas del que ha sido ganador con la novela El Dios que habita la espada. Agradecemos a los lectores que nos han enviado sus preguntas.

El autor nos habla de su pasado, su experiencia militar, su ceguera, cómo concibe la escritura y su pasión por la transición del Mundo Antiguo a la Edad Media. Y nos desvela las claves de su entusiasmo por los godos, que ha transmitido a su novela ganadora.

1.- ¿Qué le inspiró de su carrera para realizar sus historias? ¿Existe alguna relación entre su experiencia profesional y su dedicación a la historia medieval? (Esther, @cirenaika) (Twitter)

Sí, así es. Mi pasión por la historia Antigua y Medieval viene de lejos. Comenzó en la infancia y mi adolescencia y juventud fueron las de un lector compulsivo de libros de historia. Pero cuando tuve la oportunidad para formarme en la universidad (1997-2002) seguía sin decidirme sobre si realizar mi tesis sobre el Imperio romano Occidental en los siglos IV y V, o sobre el Oriente romano y Sasánida de los siglos VI y VII. Al cabo, Encarnación Motos, Profesora de la UGR y Codirectora del Centro de estudios bizantinos de Granada, me convenció de que había mucho más por hacer en el campo de la Alta Edad Media que en el de la Antigüedad y me centré en una tesis que me absorbió durante siete años (2003-2010): Bizantinos, Sasánidas y musulmanes: el fin del Mundo Antiguo y el Inicio de la Edad Media en Oriente. 565-642. En aquellos años y en España, estaba todo por hacer y muy particularmente, en el campo de la historia de la Persia Sasánida y de lo que yo llamo “Primer Islam”.

Pero si algo aprendí durante mis años formativos fue que la historia no puede compartimentarse y que para entenderla hay que dejar de lado los localismos y adoptar una perspectiva Universal. Así que extendí mis investigaciones y mi producción científica hasta China y las Estepas de Asia Central por Oriente y hasta la Hispania visigoda y la Britania Artúrica por el Oeste, y desde el lejano Norte Escandinavo, hasta la Etiopía Axumita por el Sur. No serían los ámbitos culturales, ni las realidades políticas las que centrarían mi atención, por así decirlo, sino un ámbito cronológico, siglos III al IX, que me permitió y me permite observar los cambios y transformaciones que llevaron al Mundo romano y persa de la Antigüedad al Medievo definido por el Islam, la Cristiandad Occidental y la Ortodoxa.

Evidentemente, mi formación como investigador, docente y ensayista no puede separarse de mi vertiente narrativa. Mi Mundo, por así decirlo, es el Mundo de esos siglos plenos de bárbaros, grandes imperios, religiones en ebullición y dramáticas transformaciones. Ese es el Mundo de mis novelas, pues lo conozco y domino y eso me permite no sólo imaginar historias o contarlas, sino también asegurarme de que las imagino y cuento con un verismo y profundidad que permitan al lector no sólo engancharse con la narración y las tramas, sino también terminar la novela sabiendo más historia de la que sabía cuando lo comenzó.

2.- Sobre tu proceso creativo, ¿cómo imaginas siendo ciego tras haber sido vidente? ¿Son imágenes coloridas y contornos definidos, visuales, o predominan otros sentidos, tacto, oído…? ¿Los recuerdos conforman tus imaginaciones, permanecen vívidos o se desvanecen como viejas fotografías desgastadas?

Que buena pregunta. He reflexionado mucho sobre ello y por eso puedo responderte con seguridad. Para mí, escribir es una terapia. Me permite escapar de la ceguera porque al imaginar, veo. Veo a través de mis personajes y veo el Mundo que imagino a través de las fuentes históricas. He visto los grandes bosques que cubrían Hispania y la Galia en el siglo VI y en los que aún galopaba el caballo salvaje y el bisonte, he visto a los guerreros godos arremolinándose en torno a Leovigildo en la confusión de la batalla para servirle de escudo viviente frente a sus enemigos, he visto a la Reina Gosvinta ataviada para cegar a los hombres con el brillo de su belleza y su esplendor…. Pero también he visto el Mundo a través de sus ojos. Todo eso, claro está, surge de mi pequeña frustración diaria de no ver. Quiero ver y me gustaría hacerlo como lo hacía con veinticuatro años: con pasión y asombro. Pero no puedo hacerlo de ese modo…. Así que he inventado otro: ver el Mundo, el del pasado, a través de una buena historia llena de gentes que me “prestan” sus ojos para ver su Mundo. Y te aseguro que funciona y que eso me permite describir de manera viva e intensa lo que esos “ojos prestados” me transmiten. Lo sé, porque muchos lectores me dicen: “Es como ver una película”  o “Las escenas son rápidas, visuales, muy detallistas”. Y creo firmemente que todo eso surge de mi condición de escritor ciego y de mi anhelo por volver a ver. Un anhelo que paradójicamente  sólo el pasado puede colmarme.

En cuanto a mis recuerdos, son vívidos y a menudo también recurro a ellos. Vemos con el cerebro, no con los ojos y la memoria es ante todo, un ejercicio. Así que yo me ejercito en recordar y en el supremo placer de volver a ver lo que vi. Por otro lado, cuando viajo, cuando voy al cine, cuando alguien me describe algo, veo. Puede que esas “visiones” no sean reales o que no reconstruyan la realidad que vosotros veis, pero no dejan de ser imágenes intensas y vivas. ¿Acaso no has imaginado tú a algún personaje cuando has leído un buen libro y, sin embargo, sabes que su imagen nunca será vista de esa forma por nadie más que por ti? Y sin embargo, estoy seguro que esa imagen que has imaginado te parece tan real como la que podrías ver con tus ojos físicos. Esta es la forma que tengo de tratar de explicar cómo veo yo ahora.

3.- ¿Por qué elegiste la investigación del período bizantino? Háblanos del Centro de Estudios Bizantinos, Neogriegos y Chipriotas.

En 1999 cuando yo me acerqué al bizantinismo, este estaba en pañales en España y sólo había interesado a nuestros historiadores en la medida en que Bizancio había interactuado con la Hispania visigoda, con el Emirato y el Califato Cordobés o con el Reino de Aragón y los furibundos Almogávares. Pero ese mismo año, en Granada, los profesores Moschos Morfakidis Filactos y Encarnación Motos Guirao fundaron el Centro de Estudios bizantinos, Neogriegos y Chipriotas de Granada. Yo formé parte de ese proyecto desde 1999 y sigo en él. Bizancio es Roma y Roma era lo que me atrapaba. Pero Bizancio es una Roma que toma nuevos caminos y que no se detiene. Es un mundo en perenne transformación. Extrañamente, se tilda a Bizancio de decadente ¿Decadente un Imperio que perduró más de mil años? La cosa está en que los historiadores de antes se empeñaban en que Roma era inmutable y que por ende, lo que se apartara de la Roma de Augusto, Trajano o Marco Aurelio era decadencia. Es ridículo. Roma extendió su historia durante más de dos mil años y fue Monarquía, República e Imperio. Siempre estuvo cambiando. Toda construcción humana lo hace. Es como si tomásemos como modelo a la España del XVI, a tan sólo quinientos años de nosotros, y decidiéramos que como nuestra España es muy distinta, pues es decadente. Eso es lo que pasa con Roma y su periodo “Bizantino”. Pero hoy día y gracias al estudio continuo y a instituciones como el Centro de Estudios Bizantinos, se han desechado esos paradigmas y tópicos.

El Centro de Estudios Bizantinos está en Gran Vía Nº9 de Granada  y es un centro de investigación de primer nivel. Cuenta con su propia editorial y año tras año se traducen, estudian y publican fuentes bizantinas y neogriegas, se realizan tesis doctorales y se emprenden trabajos y proyectos de investigación, amén de organizar congresos y jornadas, y otras actividades. En el Centro colaboramos tanto filólogos como historiadores y eso le infunde mucho dinamismo. Hoy por hoy es el Centro de investigación puntero en el Mundo hispanohablante y recibe estudiantes e investigadores de todo el Mundo y muy particularmente de Grecia y Chipre,  pero también hemos tenido gente de Albania, Polonia, Georgia, Rusia, Chile…. Su biblioteca es la más nutrida y completa de Iberoamérica y contiene fondos muy valiosos como la biblioteca personal del que fuera el Primer presidente de la República griega. El Centro cuenta con Patrones tales como su Alteza la Princesa Irene de Grecia, la Fundación Onassis, los gobiernos de Grecia y de Chipre, la Universidad de Granada, etc.  Os invito a conocerlo y a visitar su biblioteca o, al menos, su página.

Ahora, los visigodos parecen resurgir del olvido. Hay ensayos y novelas de varios autores que están rescatando ese periodo de nuestra historia que dicho sea de paso parece menospreciado en los planes de estudio de nuestros jóvenes. ¿O es menosprecio por parte de las administraciones educativas?

Sí, los visigodos vuelven. Siempre fueron determinantes. Puede verse en los documentos de todo el periodo medieval y en las primeras “Crónicas” e “Historias” generales que comenzaron a proliferar a partir del siglo XIII, y esa “Pasión goda” continuó durante los siglos de la Edad moderna y hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX. Luego, lentamente, el mundo godo fue quedando relegado a los especialistas y a estos, además, les dio por ensimismarse y en no llevar a cabo nuevas empresas y enfoques. Se convirtió a una época dinámica y atrevida en lo político y cultural, en algo aburrido y plano. Si a eso se le suma el agobiante y desesperante, al menos para mí, manoseo político en el que este país se viene sumergiendo desde hace décadas y décadas y que consiste en que hay que estar arrojándose el pasado “unos a otros” no es de extrañar que los godos desaparecieran. Son jugosos. Pues el concepto de Hispania como sujeto político, si se me permite usar esta expresión, surge con ellos en el IV concilio de Toledo y por ende, la legitimidad de los reinos medievales arrancaba a partir de ellos.

Así que se les redujo a una ridícula y desesperante lista de nombres extraños. Sí, y se olvidó sus contribuciones: una monarquía electiva que se veía sometida al control de una asamblea de nobles y obispos que exigía que el Rey velara por el bienestar  de los pueblos que regía y que se creía con derecho a deponerlo si trataba de convertirse en tirano; una cultura que recogió lo esencial de Roma y lo adaptó al Medievo, salvando así buena parte de la Antigüedad y que con obras como las “Etimologías” de Isidoro de Sevilla educó a Europa durante siglos, y un Reino que fue capaz de dotar de unidad política a la Península ibérica y generar un pasado común para todos sus pueblos.

¿Cómo se puede dejar fuera de nuestros manuales algo así? Se puede. Lo hacen y creo que eso explica por qué la gente quiere saber y porqué los visigodos han vuelto: son demasiado importantes como para que los planes educativos miopes de nuestro sistema educativo los dejen fuera.  Son demasiado atractivos, si se me permite decirlo así, y por eso la gente demanda ensayos y novelas que los rescaten.

5.- El éxito de tus últimos ensayos es sobresaliente, así como iniciativas novedosas de divulgación histórica (la revista Desperta Ferro en sus diversos formatos; podcast de difusión como Bellumartis Historia Militar, por poner dos ejemplos) ¿Crees que el público está redescubriendo la historia que la enseñanza oficial le ha sustraído por los motivos que sean?

Sí, lo creo firmemente. La gente quiere saber. La historia es apasionante, Siempre digo que si un historiador hace bien su trabajo, logrará apasionar. En España, durante mucho tiempo, hemos sido víctimas de complejos historiográficos. Parecía que un académico tenía que ser desesperantemente aburrido y, a ser posible, incomprensible, para concitar el aplauso de sus conmilitones. Yo creo que la historia tiene función social y que además de en congresos y publicaciones científicas indexadas que sólo leerán un puñado de compañeros y que se centran en temas de debate y, a menudo, complejos en exceso y de detalle, un historiador tiene que llegar al lector medio y para hacerlo tiene que recuperar la esencia del oficio: contar una historia. La historia puede y debe ser narrativa y ello no le resta capacidad de análisis, ni de observación. La vida es, necesariamente, interesante, y la historia es vida. Por eso, iniciativas como las revistas y la Editorial Desperta Ferro o como Bellumartis, entre otras muchas, son necesarias y han venido a rescatar la historia con mayúsculas y calidad, pero con vida e interés, para el lector interesado.

Si de algo me siento orgulloso como historiador es de poder haber hecho atractivo un periodo tan complejo como el de los siglos V al VIII. En Imperios y bárbaros. La guerra en la edad oscura, abordo con detalle cuestiones complejas como el armamento de un legionario romano de Aecio o como las unidades del ejército chino de los Tang, o como cuál es la realidad histórica que se esconde realmente tras el mito artúrico, pero lo hago no sólo siendo riguroso y trasladando al lector los último s frutos de la investigación, sino respetando también algo esencial: el pulso, la pasión por reconstruir y hacer visible un mundo y sus procesos evolutivos. Y otro tanto he tratado de hacer en Los visigodos. Hijos de un dios furioso.

Pero además creo, en contra de lo que opinan muchos compañeros historiadores, que la novela es una herramienta maravillosa para acercar la historia al lector. Muchos académicos se quejan de la novela histórica y de que algunas de ellas no tienen consistencia histórica, pero yo les digo: “Pues escribid vosotros”. Y eso es lo que yo hago: acercarme a la novela como a una herramienta más en mi necesidad de llevar al lector mi pasión por el pasado. En El dios que habita la espada se ve ese proceso. Todo lo que descubrí como historiador lo he trasladado a sus tramas, a sus batallas, a sus intrigas y personajes. Es aventura, sí, pero también es una forma de aprender lo último que sabemos sobre el mundo visigodo y de hacerlo de forma emocionante y divertida.

6.- Leovigildo, Hermenegildo, Recaredo. Los godos campean por Hispania y de repente llegan los romanos de oriente, con sus dromones, sus ceremonias y su parafernalia imperial, a clavar sus estandartes en la actual Cartagena. Tu novela EL DIOS QUE HABITA LA ESPADA narra la Hispania del siglo sexto como una tierra de conflictos. ¿Pero esos conflictos ya estaban sembrados en la corte visigoda o son sembrados por los romanos de oriente? ¿Qué fue primero, Bizancio o el conflicto en Toledo?

Buena pregunta. Los visigodos surgieron a partir de un caudillo bárbaro, Alarico, que quería ser un magistrado romano. Su relación con Roma fue siempre ambivalente: la admiraban, la temían, la combatían…. Cuando en 507 el Reino visigodo de Tolosa es aniquilado por los francos de Clodoveo, este no era sino un instrumento del Emperador romano de Oriente: Anastasio que, moviendo a los francos contra los godos trataba de debilitar a Teodorico I el Grande, rey ostrogodo. Lo que quiero decir es que Roma, aunque ahora estuviera en Constantinopla, seguía siendo el eje en torno al cual giraba el Mediterráneo. Cuando los supervivientes visigodos comenzaron a instalarse en masa en Hispania, esta seguía siendo una tierra convulsa. Sobre el papel la mayor parte era ya visigoda, pero en la realidad no era así: la Oróspeda, buena parte de lo que hoy serían el Noreste de Jaén, Norte de Granada y Sur Albacete y zonas limítrofes, la ciudad de Córdoba y sus extensas campiñas, Sabaria, a caballo entre Zamora y Portugal, los runcones, los astures, la Cantabria del momento, lo que hoy sería Cantabria, La rioja, Álava, Burgos, Palencia y otras zonas, el Señorío de los Montes Aregenses, zonas de León y Orense, y Vasconia, el Norte de Navarra y Sur de Aquitania y, justo en este momento, también Guipúzcoa y Vizcaya, eran independientes de facto y lo seguirían siendo durante mucho tiempo al igual que lo era el difuso reino suevo que, a su vez, tenía dentro de sus fronteras pueblos a los que no regía realmente como los Ausonenses. Era un caos. Un caos que auguraba que los visigodos no iban a sobrevivir mucho tiempo.

Y es que Justiniano había ya reconquistado el reino vándalo y el ostrogodo estaba siendo sometido y el rey Teudis, un ostrogodo que se había alzado como rey visigodo, había conducido a una matanza espantosa a sus guerreros al intentar expulsar a los romanos-bizantinos de Ceuta. A Teudis, convenientemente asesinado, le sucedió su lugarteniente y a este, también asesinado, Agila I y este último llevó a su hueste a una espantosa derrota en las calles de Córdoba en la que se dejó su tesoro y la vida de su hijo. En ese punto comienza El Dios que habita la espada. Y comienza en ese punto porque ese año, 551, un noble, Atanagildo, el primer esposo de Gosvinta, envió una petición de apoyo a Justiniano que motivó que al año siguiente, un ejército romano desembarcara en Hispania para apoyar su pretensión al trono. Las fuentes son parcas, pero todo apunta a que Justiniano quería repetir en Hispania lo que ya había hecho en África e Italia: aprovechar las disensiones internas para reponer el dominio directo del Imperio. En el caso hispano lo que le interesaba era alejar a los godos del Estrecho y de las costas para salvaguardar África, la “Niña de sus ojos.”

A partir de ahí, el reino visigodo tuvo toda su política condicionada por el Imperio y sólo cuando este tuvo que centrarse en Oriente por mor de persas y avaros, pudo aspirar a ser potencia hegemónica en Hispania. El acierto de Leovigildo fue aprovechar al máximo las oportunidades que el Imperio ofrecía cuando se enredaba en guerras en Oriente o en África para arrancar nuevas conquistas en Hispania.

Al cabo, Gosvinta y Hermenegildo tratarían de repetir el esquema puesto en marcha en 551-552: atraer al Imperio a su favor para apoderarse del poder. Por tanto, sin el Imperio y su relación con los visigodos no podemos entender que pasó en Hispania y por qué la Hispania visigoda era como era: una mezcla de fascinación por el Imperio romano de la época y de feroz resistencia frente al mismo.

7.- ¿Qué campos de batalla de la época podemos visitar hoy día para cerrar los ojos e imaginar EL DIOS QUE HABITA LA ESPADA? Recomiéndonos una ruta de excursión por la historia.

En El Dios que habita la espada se narran, básicamente, las campañas de Leovigildo. La mayoría de ellas fueron violentas cabalgadas que llevaron a los godos a los lugares más salvajes, peligrosos y violentos de Hispania o atrevidos golpes de mano que hoy denominaríamos “Operaciones especiales.” Pero podemos pasear por Córdoba, entre la Plaza de las Tendillas y el antiguo Foro romano y la Mezquita y el Puente Romano e imaginar las calles de Corduba atestadas de gentes enloquecidas que se arrojaban sobre los guerreros godos de Agila para descabalgarlos a cuchilladas y arrebatarles la Mesa de Salomón y las demás riquezas del fabuloso tesoro godo; o podemos recorrer los montes de Sierra Morena y de Cazorla, la agreste Oróspeda, y atisbar entre los sombríos bosques a los rústicos campesinos que, lanza y hacha en mano, arremetían contra los jinetes visigodos que se atrevían a penetrar en sus tierras; o podemos ir a Itálica, y cerrar los ojos y revivir el trasiego de miles de hombres levantando máquinas de asedio para atacar las murallas de Hispalis, Sevilla, que resistieron durante casi dos años a Leovigildo; o podemos viajar a Peña Amaya y recorrer sus pendientes e imaginar aquella fortaleza sin igual tratando de resistir al ejército visigodo. Leovigildo combatió desde Galicia a Cádiz y desde Portugal a Navarra y Recaredo peleó por él en lo que hoy es Francia. Junto con las batallas y asedios, los golpes de mano: Córdoba fue tomada en un asalto nocturno que derivó en una furiosa lucha callejera en la que no hubo piedad y Medina Sidonia, Cádiz, fue tomada en otro asalto nocturno en el que fue decisivo que un traidor facilitara la entrada a los guerreros de Leovigildo. Pero sin duda, la batalla más grande de El dios que habita la espada se libró en las colinas cercanas a Carcasona, Francia. Allí, un ejército visigodo aniquiló a una gran hueste franca en una espantosa matanza.

8.- Has visto guerras y las recreas en tus libros. ¿Empleas tu vivencia en primera persona en tus novelas? ¿Hay alguna de esas vivencias recreada en EL DIOS QUE HABITA LA ESPADA que sea para ti como un regreso a tu pasado militar?

La guerra es algo inmutable. Cambian las armas, los medios, los paisajes, pero las sensaciones, la rabia, el miedo, la camaradería, la locura, el heroísmo, todo eso se repite y se recrea una y otra vez como en una pesadilla que nos acompaña desde la más lejana Prehistoria hasta nuestros días. Yo vi esa “pesadilla” en Bosnia. Sí, y no puedo evitar que a veces me inspire y vuelva. Además, está mi faceta militar. Cuando has sido soldado profesional aprendes y comprendes cosas que no se pueden aprender ni comprender de otra manera. ¿Una experiencia que esté en El Dios que habita la espada? Muchas. Retazos, chispas que se meten en escenas y forman parte de ellas. Por ejemplo, cuando a Valtario le vacian un ojo de un flechazo he aprovechado mis propias sensaciones cuando la explosión que casi me mata me destrozó un ojo y otra aún más intensa para mí: cuando Valtario salva a Baddo de la violación y la muerte tengo en la memoria a un niño que conocí en Mostar y cuya madre fue violada y asesinada ante sus ojos. Son cosas duras de recordar, pero que forman parte de mí y que, por ende, terminan saliendo cuando menos lo esperas y tomando formas extrañas.

9.- A la hora de construir tus novelas, ¿te consideras un escritor de mapa o de brújula? ¿Te gustas conocer todos los hitos de tu camino narrativo antes de iniciar su escritura, o dejas que el propio camino y las musas te sorprendan?

Cuando comienzo a escribir nunca sé a dónde voy a ir a parar. Elijo época y marco una serie de hechos, de hitos, de lugares a donde quiero ir, y les añado los personajes históricos que quiero abordar. Luego, luego imagino, creo un personaje o una trama y pierdo, literalmente, el control. A partir de ese momento: la magia. Los personajes crecen, cambian, toman sus propias decisiones y no paran de asombrarme. Por supuesto, al ser novela histórica, y al ser historiador, respeto al máximo el contexto y los hechos, pero el primer sorprendido con el discurrir de la narración y con su final soy yo. Eso me encanta. Me entusiasma vivir página a página lo que escribo y emocionarme con escenas que, unas horas antes, ni siquiera había imaginado.

10.- Gregorio de Tours dijo de Leovigildo que no dejó vivo a nadie de entre sus enemigos con edad suficiente para orinar contra la pared. ¿Es una pista de que los problemas sucesorios entre los godos se solucionaban con baños de sangre?

Sí, ese era el gran problema tras el final de la dinastía de los Baltingos que había regido al pueblo visigodo hasta 531. Desde ese momento, cualquiera con poder y ambición podía pretender ser Rey. Leovigildo y su hijo Recaredo trataron de fundar su propia dinastía, pero al cabo y desde 633, se “institucionalizó”, por así decirlo, la monarquía electiva. Pero si el elegido no era fuerte o, por mejor decir, si no era implacable como lo fue Leovigildo, sus nobles no tardaban mucho en conspirar contra él y de tratar de asesinarlo o deponerlo. Pocos reyes murieron en la cama. Fue una época de ambición y violencia extremas y por eso nos apasiona. Siempre digo que Juego de tronos es una tontería si la comparamos con el Reino visigodo y no lo digo sin fundamento.

11.- Tenemos a Leovigildo y a Gosvinta, viuda de Atanagildo; y a Hermenegildo y a su esposa Ingunda. Estas mujeres de estatus elevado, ¿influyeron en sus esposos, en un mundo de hombres? ¿Precipitaron acontecimientos, y se miraron quizá en Teodora y Justiniano, los emperadores de Oriente? Allí Teodora reafirmó a Justiniano ante la revuelta de la Niká, incitándole a someter a los rebeldes con un baño de sangre. ¿Mancharon Gosvinta e Ingunda sus manos también de sangre?

Gosvinta es un personaje fascinante. Las fuentes son parcas, ya lo he dicho, pero se atisba que su personalidad se oponía a la de su esposo y de que lo hacía de forma violenta. También se aprecia que estuvo detrás de la sublevación de Hermenegildo y de que su personalidad era tan implacable y violenta como la de su segundo esposo. Su carácter violento se aprecia muy bien en un relato de Gregorio de tours, contemporáneo de los hechos, en el que Gosvinta patea a su nieta hasta dejarla ensangrentada pues la niña se le oponía. La hija de Gosvinta, Brunequilda fue tan capaz, inteligente, audaz, violenta y ambiciosa como su madre, amén de culta y Baddo, la esposa de Recaredo, es aún más fascinante: de origen servil, terminó siendo reina y participó en el III Concilio de Toledo firmando sus actas de propia mano. Fue una época de mujeres fuertes que intervenían en política y que, a menudo, la determinaban y en eso se parecían mucho a las mujeres del Bizancio contemporáneo como Teodora, Sofía, Martina…

12.- En la sinopsis se habla de Leovigildo como el primer rey de Hispania. ¿Fue tenido como modelo de ambición territorial unida en siglos posteriores por alguno de los siguientes gobernantes de los reinos peninsulares? ¿Es el fundador de una épica identitaria secular?

Sí, para mí Leovigildo es el primer rey de Hispania. Gregorio de Tours lo llamaba: Rey de los hispanos y fue su acción implacable la que hizo de los visigodos un Reino fuerte y capaz de dominar toda la Península ibérica. Lo que Leovigildo asentó con la espada, su hijo Recaredo terminó elevándolo con la inteligencia política. Pero Leovigildo fue más que un guerrero feroz y un político astuto e intrigante. Fue también un hombre de elevadas miras que acabó con las trabas que separaban a godos de hispanos y con ello puso las bases para una nueva identidad. Cuando en 633 en las actas del IV Concilio se quiere definir al sujeto político sobre el que reina el rey godo se le denomina: Spaniae Populi y cuando Julián de Toledo, que escribía en la década del 680, narraba la campaña de Wamba en la Galia, ya no había duda que Hispania y el reino godo eran una misma cosa.

Leovigildo siempre fue un modelo y si hubiera nacido en la Britania del siglo VI o en la Francia Merovingia, sería un héroe más conocido que Arturo.

13.- ¿Cuál es su visigodo favorito? (Juan Carlos Arias Menéndez) (Facebook)

Uno no, dos: Leovigildo y Sisebuto. El primero es un modelo de ambición, genio y de energía implacable. Sin su dureza, sin su genio militar político, sin su ambición sin límites, los visigodos no hubieran sobrevivido y el Reino de Toledo no habría alcanzado el esplendor que alcanzó durante el siglo que siguió al advenimiento de Leovigildo.

El otro gran visigodo es Sisebuto. Un rey astrónomo, poeta y hagiógrafo que además era un gran político y un general de genio. Fue capaz de armar una flota con la que disputar el dominio de las costas Mediterráneas hispanas al Imperio y aprovechó la difícil situación de este último, inmerso en una lucha por la supervivencia con la Persia Sasánida, para conquistar Málaga y otras plazas esenciales para que se pudiera mantener el dominio bizantino. Y todo ello a la par que enviaba expediciones contra los pueblos del Norte y promovía un renacimiento cultural sin parangón en Europa occidental alentando el trabajo de sabios como San Isidoro de Sevilla que, alentado por Sisebuto, emprendió la magna obra de recoger, sistematizar y adaptar todo el saber del Mundo clásico en los veinte libros de sus Etimologías.

Sisebuto tenía conocimiento de la esfericidad de la Tierra y podía calcular un eclipse lunar, pero a la par, tenía ideas muy modernas sobre la responsabilidad de los mandatarios sobre el derramamiento de sangre, algo que lamentaba y sobre lo que intercambió cartas con el Patricio bizantino contra el que combatía. En suma, un rey humanista, si se me permite decirlo así, en la Hispania del siglo VII.

14.- ¿Cuál es el momento de la historia que considera más relevante? (Miguel Ángel Candenas Lahuerta) (Facebook)

Si hablamos de historia Universal yo señalaría el Descubrimiento de América. Pues significó la apertura de todo un Mundo: América y el Pacífico y la Globalización de la historia.

15.- ¿La corona votiva de Recesvinto en el Museo Arqueológico Nacional nos da pistas sobre la influencia bizantina en el trono visigodo? ¿Copiar el ceremonial bizantino podría significar un anhelo de legitimidad?

Sí, con Leovigildo se bizantiniza todo el protocolo y aparato del Reino visigodo. Podéis ver la stehmma imperial, la diadema de perlas y piedras preciosas de los emperadores romanos, ciñendo las cabezas de los reyes godos en sus monedas y dando ejemplo evidente de ello. Los títulos, la Intitulatio goda, se basaba en la romana y la administración no sólo aprovechó la vieja administración romana superviviente del cataclísmico siglo V, sino que durante los siglos VI y VII también miró a Constantinopla para incorporar modelos y cambios en su funcionamiento y en la estructura del ejército.

Leovigildo estaba tan preocupado por copiar bien al Imperio, a Bizancio, que envió a Constantinopla un agente o agentes para que se hicieran con la copia de una obra “publicada” en enero de 566: El Panegírico a Justino II del africano Flavio Cresconio Coripo, porque en dicha obra se describía con sumo detalle el ceremonial y el esplendor de la corte imperial. Así que la corte goda de Toledo, a partir de Leovigildo, fue una suerte de copia miniaturizada de la constantinopolitana.

16.- Si se pudiera elegir, ¿cuáles son los 5 hechos más importantes de la época visigoda que todo español debería conocer?

La unificación de la Península Ibérica por Suintila hacia 625, el III Concilio de Toledo de 589, el IV de 633, la conclusión de las Etimologías de San Isidoro hacia 634 y en 711 la mal llamada batalla de Guadalete que realmente fue de los Montes Transductinos.

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