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Jordi Nogués: «El ciudadano romano quería verse ganador, sentirse un triunfador.»

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Con motivo de la publicación de su nueva novela, NAUMAQUIA, Jordi Nogués (Artesa de Segre, Lleida, 1968) responde en esta entrevista a nuestras preguntas sobre su novela, sobre Roma y sobre sus próximas inquietudes.


Hablemos sobre las gladiatrices. ¿Eran un espectáculo habitual o excepcional? ¿Conocemos el nombre de alguna de ellas?

Jordi Nogués (JN): A diferencia de sus compañeros masculinos, las gladiadoras eran muy escasas en número; eso lo suponemos por los pocos restos arqueológicos y documentales sobre ellas. Eso convierte a sus espectáculos en escasos y muy caros; sólo al alcance de los mecenas más pudientes.

Las fuentes documentales no mencionan ningún nombre particular. Sí que en un relieve encontrado en Halicarnaso, ahora conservado en el British Museum, se mencionan a Achilia y a Amazonia en un trazado que muestra a dos gladiadoras vestidas con las armaduras típicas de los provocatores. Aunque eran nombres artísticos, usados solamente para favorecer el espectáculo.

Se primaba el espectáculo. Como imagen comparativa, ¿podemos considerar a los gladiadores como rinocerontes y las gladiatrices como panteras? ¿Cómo los compararías tú?

JN: No creo que existan tantas diferencias entre hombres y mujeres. Si acaso, yo las veo más entre individuos. Seguro que había gladiadores más hercúleos que otros, y algunos más fibrosos y delgados que el resto. Y con las mujeres pasaría igual. Esto igualaría a ambos sexos en los extremos físicos de cada género.

Como imagen comparativa, y como me encanta la elegancia de los felinos, compararía a las gladiadoras con panteras y a los gladiadores con leones. Ambos son elegantes pero cada individuo tiene su propia particularidad.

¿Hasta dónde llegaron los romanos en busca animales lejanos y exóticos para las luchas en sus anfiteatros? ¿Qué enfrentamientos entre animales exóticos quedaron reflejados como memorables por los historiadores de la época?

JN: Los llamados prendedores (cazadores) se hallaban en cualquier lugar donde hubiera alguien de la administración romana que pudiera pagar por los animales. A título de ejemplo, tenemos información al respecto: osos de germania, leones y rinocerontes de África, tigres de Asia. Incluso se ha apuntado que algún oso polar y ballenas para las Naumaquias.

En época de Julio César, por poner otro ejemplo, el dictador celebró unos juegos en honor a su padre. Allí, según las crónicas, se utilizaron 600 leonas, 400 felinos, 20 elefantes, un rinoceronte y una jirafa (y era la primera vez que se veía a este último animal en Roma).

La parte de los juegos en los que se daban caza a estos animales se llamaban venationes. Y durante toda la historia de Roma estos episodios fueron muy abundantes. Con Calígula, otro ejemplo, se llegaron a matar 160.000 animales en tres meses. Estas cifras son exageradas por los historiadores clásicos, con la idea de ensalzar al emperador, pero son una muestra de lo apreciadas que eran estas matanzas de animales .

Kella, uno de los personajes, es originaria de África. ¿El espectáculo obligaba a buscar a luchadores diferentes, cuanto más extraños, o diferentes, mejor?

JN: El lanista —el dueño de una escuela de gladiadores—buscaba siempre a los mejores luchadores que podía encontrar. Más allá de su físico, lo importante era el talento para la lucha y el encanto personal para seducir al público. Si un luchador, o luchadora, poseía ambos talentos la rentabilidad para el lanista era máxima; y eso se pretendía.

En la novela se plantea el gran motor económico que eran las apuestas en los anfiteatros y en el Coliseo, dirigidas de forma indirecta por la propia clase patricia y para su propio enriquecimiento. En la novela se muestran algunas sombras del mundo criminal que suponían. No obstante, ¿eran las apuestas otra forma de socializar y de testimonio de ciudadanía romana?

JN: Naturalmente que sí. Más que la brillantez o la espectacularidad de las competiciones en sí en el circo, el ciudadano romano quería verse ganador, sentirse un triunfador. Ocurre igual que con los actuales aficionados al fútbol, por ejemplo, gana su equipo y ellos comentan: “hemos ganado” queriendo formar parte de esa victoria. Así, en las carreras de carros existían cuatro facciones que representaban a cuatro grupos sociales distintos de la ciudadanía romana. La victoria en la arena suponía una victoria personal para el apostante, tanto a nivel pecuniario como de orgullo deportivo, y como perteneciente a esa sociedad romana a la que todos los habitantes del imperio aspiraban a formar parte.

La construcción del Coliseo promovería el auge de los ludus, como centros de formación de gladiadores, para su propia y fastuosa inauguración. Pero formar a tantos esclavos en el manejo de las armas, ¿no suscitó fantasmas como el recuerdo de Espartaco?

JN: La rebelión de Espartaco fue un hecho aislado. Representativo, sí, del mundo de la esclavitud y de la gladiatura. Pero estos especialistas luchaban por una esperanza, por un mañana: convertirse en ciudadanos al conseguir esa preciada libertad a través de sus victorias en la arena. Esa esperanza conseguía reducir una rebelión que, dado como terminó el episodio de Espartaco, no animaría a muchos gladiadores a seguir el mismo camino.

La novela gira en torno a tres temas muy romanos: las carreras, las luchas de gladiadores y la naumaquia. Ser romano era disfrutar de esos espectáculos; eran propaganda de romanidad. ¿Se puede comparar ese sentimiento como los deportes modernos, como el fútbol en Europa, el rugby en Estados Unidos, o el hockey en Canadá, o tenía matices que hoy no serían aplicables?

JN: Sí, así mismo. Había una enorme semejanza. Naturalmente, la bestialidad de las muertes de ajusticiados en las naumaquias, o de los animales en las venationes hoy en día no estarían permitidos. Tal vez un punto de anclaje con los romanos —un retazo de su tradición, en cuanto a espectáculos con animales se refiere— serían las corridas de toros; defendidas por quienes las conservan, aduciendo a su patrimonio cultural; y denostadas por quienes ven en ellas a un sufrimiento de las bestias.

Hoy día, tal vez, el fútbol refleje más la pasión, y el fútbol americano, lo haga con el espectáculo. En cualquier caso, el ser humano —tanto el de hace 2000 años, como el del siglo XXI— necesita reencontrarse, de vez en cuando, con el homo sapiens cazador/recolector y dejarse llevar por esas mismas primitivas pasiones.

El ascenso y caída de Typhon, el otro protagonista central, resuena en la novela como las biografías de deportistas modernos, que alcanzaron la fama y ahora son solo sombra de lo que fueron, como el jugador argentino más idolatrado de la historia. ¿También los vencedores de las carreras se les tenía casi por dioses?

JN: Sí, al mismo nivel de los dioses, seguramente. Es el caso de un auriga nacido en Emerita Augusta (la actual Mérida), Gaius Appuleius Diocles. Según cuentan las crónicas, fue uno de los aurigas más gloriosos de toda la historia del mundo romano. Consiguió 1462 victorias tras participar en 4257 carreras. Su trayectoria duró más de veinticuatro años y esas victorias le convirtieron en un hombre poderoso y muy rico. Al retirarse, la suma acumulada de sus victorias superaba los 35 millones de sestercios; se ha estimado que, al cambio actual, serían unos 13.600 millones de euros. Al terminar su carrera con 42 años fue homenajeado con una estatua en la misma ciudad de Roma.

Tras la naumaquia organizada para el Coliseo por Tito, ¿se volvió a organizar algo similar y a tan gran escala?

JN: Según cuentan las crónicas, hubo un total de cinco Naumaquias a lo largo de la historia de Roma. La primera, como no, en época de Julio César (46 a.C.), y la segunda, en época de Augusto (2 a.C.) ; para ambas se usó una gigantesca piscina construida a tal efecto a orillas del río Tíber. Una tercera ser  organizó en época del emperador Cláudio (52 d.C.), en el lago Fucino, en la cordillera de los Apeninos. Las dos últimas, según cuentan las crónicas, se celebraron en el Anfiteatro Flavio (el Coliseo); la primera durante su inauguración en el año 80 d.C., organizada por Tito, —la explicada en la novela Naumaquia—, y otra ya en época de Domiciano; aunque para esta última no tenemos fecha. Con posterioridad se construyó el hipogeo en el Anfiteatro (la estructura subterránea) y eso imposibilitó la celebración de una nueva batalla naval.

La novela es muy entretenida, vívida y sugerente de la vida en Roma, con detalles que aportan mucho colorido. ¿Qué parte fue más difícil documentar?

JN: Sin duda, la línea argumental de las gladiadoras. Con escasa información y una opuesta interpretación de las pruebas —por parte de distintos historiadores— que dan fe de su existencia, buscar el punto más coherente ha sido lo más difícil. Unificar criterios es imposible; unos afirman que era un espectáculo erótico, mientras que otros especialistas de la historia aseguran que era el mismo tipo de espectáculo que el masculino pero interpretado por mujeres.

Por primera vez, desde que escribo, tuve que pedir ayuda a arqueólogos de distintas zonas del estado español para saber su opinión al respecto. En Tarragona, la opinión de Marc Solé fue contundente. Y en Valencia, la especialista, arqueóloga y doctoranda sobre el tema gladiatorio, Maria Engracia Muñoz-Santos, fue igual de contundente y en la misma dirección: un espectáculo igual que el masculino pero realizado por mujeres.

Si las investigaciones futuras demuestran que todos andamos equivocados, pues escribiremos una nueva versión de la novela Naumaquia. Pero, a día de hoy, es la recreación más precisa sobre el mundo gladiatorio femenino de Roma.

Por último, como escritor que no descansa, ¿sobre qué época está trabajando en su nuevo manuscrito?

JN: Sí, el escritor nunca descansa. Ahora estoy con una doble promoción (este año he publicado dos libros), más la escritura de una novela ya contratada por editorial —la época es el medievo—. Además, corrigiendo una vieja novela para, tal vez, inscribirla en un concurso literario. Y de cara al año nuevo, con siete nuevas propuestas en la carpeta a trabajar con mi agente literario y las editoriales.

Si uno quiere escribir, siempre se abren nuevos proyectos.

Y el mañana martes 15 de octubre, por la tarde de 19 a 20 horas, tendremos un Encuentro Virtual con el autor en nuestro Foro. ¡Regístrate y participa!

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