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El aragonés que quiso reinar en Grecia

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El 26 de marzo de 1886 nacía en Zaragoza Eugenio Lascorz Labastida, hijo de Manuel Lascorz Serveto y Carmen Labastida Pascual. Joven estudioso, cursó Derecho en la Universidad de esa ciudad y en 1917 comenzó su ejercicio profesional como procurador. Pero antes, mucho antes, comenzó su interés por el pasado, decidido a continuar los esfuerzos de su padre que éste le reveló en el lecho de muerte.

Los Lascorz eran una familia acomodada. Manuel Lascorz Serveto fue importante en la Zaragoza de final del s.XIX, fue abogado además de doctor en Filosofía y Letras, secretario de la Diputación Provincial, de la colección «Biblioteca de Escritores Aragoneses» y de la comisión para la erección del monumento al Justiciazgo, y fue padre de tres hijos: Lorenzo, Josefina y Eugenio. En 1906 enfermó y el 6 de agosto se sintió morir. Llamó a sus hijos al lecho y le relató, al parecer, cuál era el auténtico linaje de la familia, la «tradición familiar»:

La verdadera identidad del padre de Eugenio no era la de Manuel Lascorz, sino la del príncipe Alexios Emmanouil Láscaris-Comneno (1847, Kutchuk-Levens, Gálata, Imperio Otomano-1906, Zaragoza). Alexios Emmanouil había llegado a Barcelona junto a su padre, el también príncipe Andrónikos Theódoros Láscaris-Comneno, huyendo ambos de la persecución de los agentes del sultán otomano y de lo que la «tradición familiar» define como «xenocratismo euro- occidental», especie de movimiento político contrario al resurgir del ideal bizantino en Grecia y en sus tradicionales zonas de influencia en el Asia Menor. De la capital catalana, merced a la ayuda de Anna Moutsouris, tía de Andrónikos, de doña Beatriz Abad, marquesa de San Marcial, y de Luisa Ruggieri, esta última residente en Zaragoza, Alexios Emmanouil fue trasladado a Plan, donde vivían los Lascorz, familia lejanamente emparentados con los Láscaris y uno de cuyos hijos, Manuel (1849, Plan, Huesca-¿?), estaba deseoso de marchar a Italia para combatir junto los camicie rosse de Garibaldi. Ello posibilitó el intercambio de ambos jóvenes. Alexios Emmanouil tomó la documentación de Manuel y, a partir de ese momento, se hizo pasar por él, mientras que el mozo aragonés corrió al lado del revolucionario italiano. Y tras dejar en Plan a su hijo Alexios Emmanouil, el príncipe Andrónikos regresó a su patria.

Dicho príncipe Andrónikos había nacido en 1801 en el palacio de Tasch-Seraï, sito en el barrio del Phanar de Constantinopla. Tras participar junto a la mayoría de nobles fanariotas en las revueltas nacionalistas griegas desencadenadas en abril de 1821 contra el poder otomano, y una vez éstas fueron sofocadas, Andrónikos debió huir. Después de múltiples desventuras y una vez Grecia independiente, regresó a su patria. Pero la llegada en 1832 de la dinastía germana encabezada por Otón de Wittelsbach, coronado rey en 1833, le indujo al exilio. A partir de ahí vagó por distintas tierras hasta recalar en Italia, desde donde, y tal y como ya hemos visto, marchó a Barcelona junto a su hijo Alexios Emmanouil. Tras dejar a éste en la aldea de Plan, a salvo entre las altas montañas, el príncipe Andrónikos cruzó
de nuevo el Mediterráneo para morir en Kutchuk-Levens en el año 1872. Pero antes que en Andrónikos, la exacerbación nacionalista también había hecho presa en el padre de éste y, por tanto, bisabuelo de Eugenio, el príncipe Theódoros Alexios Láscaris-Comneno (1761-1819, barrio del Phanar, Constantinopla), quien participó en las sociedades secretas que a comienzos del XIX propugnaron la independencia de Grecia y la reconstitución del Imperio Bizantino. Y como figura fundacional del relato familiar se situaba el tatarabuelo de Eugenio, el príncipe Andrónikos III Láscaris-Comneno Paleólogo (1730, barrio del Phanar, Constantinopla-1797, Viena), en cuyas venas confluía la sangre de tres de las cuatro grandes dinastías imperiales de Bizancio: los Comnenos (1057-1185), los Láscaris (1204-1261) y los Paleólogos (1261-1453).

Eso lo contaba Eugenio Lascorz como la «tradición familiar». ¿Cómo surgió todo? Manuel Lascorz Serveto, hombre culto, es probable que supiera de la llegada en 1270 de la infanta Eudoxia Láscara, hija del emperador Teodoro II Láscaris, al Reino de Aragón de Jaime I. ¿Vio en algún legajo del archivo del Reino de Aragón en Zaragoza alguna justificación de vínculo entre los apellidos Lascorz y Láscaris? Nunca se sabrá. Es probable que la llegada y asentamiento en tierras aragonesas
de una princesa bizantina de la Casa de Láscaris pudiera dar sustento en Manuel Lascorz a la creencia en unos Láscaris aragoneses.

La esquela del padre, publicada en ABC en Madrid, a nivel nacional, donde se le menciona como Manuel Láscaris, fue el punto de partida de las aspiraciones de Eugenio de una tremenda labor de propaganda a favor de ese vínculo presunto Lascorz / Láscaris. En España se apoya en los contactos de su difunto padre, algunos muy bien posicionados en Madrid. La muerte en 1910 de Lorenzo (22 años) convirtió a Eugenio en el heredero de la familia, el hereu. A partir de ese momento se declaró legitimo heredero la Familia Láscaris, y recorrería Europa en busca de un reconocimiento oficial para defender su derecho al Trono de Grecia. Nada más y nada menos.

Eugenio Lascorz Labastida / Eugenio Láscaris Comneno

El joven Eugenio, impresionado de alguna forma con lo que lo que su padre le había contado y mostrado, compaginó sus estudios de leyes con una pasión por todo lo bizantino, y por la situación de Grecia, con la abdicación del rey Constantino I en 1917 y las dudas sobre la Casa de los Glockburgo como dinastía reinante. De alguna forma logró, en 1935, cambiar su nombre de forma oficial a Eugenio Láscaris. ¿Cómo? Logrando rectificar en 1917 la partida de nacimiento de su padre, que pasó de Manuel Lascorz a Manuel Lascaris. Eugenio, en una dualidad de personalidad para la creación de una identidad nueva para sus ilusiones bizantinas, mientras ejerció su profesión de procurador firmó siempre como Lascorz (hasta 1935), y siempre como Lascaris (desde 1920) en sus reclamaciones monárquicas. Incluso cuando se casó en 1920 consiguió que en el registro canónico se pusiera entre paréntesis como apellido de su padre otro apellido, Láscaris; y que su mujer Nicasia apareciera como Micolav en vez de Micólau.


Su nueva identidad creció, involucrándose en círculos filohelénicos y perteneciendo (o creando) a órdenes que pretendían el renacer bizantino en Grecia, amparándose en un pasado imperial más legítimo que la Casa gobernante existente. Su nueva identidad se asentó también en sus numerosos estudios y ensayos sobre el mundo helénico y bizantino, que publicó a su costa. Se le reconocieron ciertos honores y medallas, y fue invitado a congresos. Consiguió el reconocimiento
desde 1924 por una parte de la diáspora helena de su condición de legítimo heredero al trono de Grecia y realizó manifiestos dirigió al pueblo griego en pos de la asunción de su legitimidad dinástica.

En 1956, un demoledor artículo publicado en la revista genealógica Hidalguía desmontaba la vida que alrededor de su presunta herencia griega había forjado Eugenio Láscaris Comneno, nacido Eugenio Lascorz Labastida, acusándolo de falsario, de creador de falsas órdenes y títulos nobiliarios, y de haberse aprovechado de su conocimientos de las leyes y procedimientos legales y de la ignorancia de ciertas personas claves para conseguir sus propósitos, violando leyes eclesiásticas y la soberanía del Estado español. El artículo fue publicado a nivel nacional también en ABC, afectando al nombre de toda su familia. Tenía seis hijos. Su hijo mayor, Teodoro, defendió siempre las tesis de su padre.

En 1961, por decisión de un tribunal, su identidad legal como Láscaris fue legal y definitivamente revocada, así como la de su padre y sus descendientes en primera línea de consanguinidad, volviendo a ser Lascorz a todos los efectos (sus descendientes, sin embargo, han mantenido el apellido Láscaris). Se acababan así seis décadas de ilusiones de una genealogía imaginaría. Con hijos exiliados, ciego, débil y desprestigiado, Eugenio Lascorz Labastida falleció en Madrid el 1 de junio de 1962. Su muerte tuvo repercusión en varios periódicos internacionales.

A día de hoy, sus descendientes siguen defendiendo sus reclamaciones dinásticas.

Bibliografía: «Eugenio Láscaris-Comneno, el aragonés que pretendió el trono de Grecia», Carlos Sancho Domingo, publicado por Institución Fernando el Católico, Excma. Diputación de Zaragoza, 2017.

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